2012: El mundo se acabó, pero que BIEN se ve
sábado, noviembre 14, 2009 | Etiquetas: 2009, 2012, cartelera, cine de acción, opciones de cine, reseña |
Lo único realmente desilusionante de 2012, la extravagancia de 250 millones de dólares con la que Roland Emmerich logra, sí, compensar por la bosta de mamut que fue 10.000 AC, es que en ningún momento sonó ni “It’s The End Of The World As We Know It (And I Feel Fine)” de R.E.M. ni “Dust On The Wind” de Kansas. Esta última en particular habría sido perfecta para una de las escenas finales. Pero ya llegaremos a eso.
Que nadie se engañe: uno va a ver esta película porque quiere ver, desde la comodidad de una butaca, cómo el mundo se vuelve ñoña de la manera más espectacular y exhilarante posible. Si entras esperando ver actuaciones dignas de un Oscar, vas a quedar seria, seriamente desilusionado. Visualmente, y tal cual como su trailer prometía (¡fue bajado más de 7 millones de veces!), 2012 le lleva cuarenta morenas a Transformers: Revenge of the Fallen; para citar a Roger Ebert, esta es la madre, padre y familia extendida de las películas de desastre.
Basado en el hecho de que el calendario maya indica que el 21 de diciembre de 2012 termina un ciclo (lo que algunos interpretan como el fin del mundo), un geólogo llamado Adrian Helmsley (Chiwetel Ejiofor), un geólogo que trabaja para la Casa Blanca, descubre evidencia que el centro de la Tierra se está moviendo, y lo avisa al Jefe de Personal, Carl Anheuser (Oliver Platt), quien a su vez le avisa al Presidente Wilson (Danny Glover). Así empieza un plan mundial para construir una serie de enormes arcas en los Himalayas, gracias a obreros chinos y con el pago de un gran consorcio privado global, principalmente saliendo de millonarios que pagaron por estar sentados allí –mientras la gente “normal” se muere.
En medio de todo esto, un autor de ciencia ficción llamado Jackson Curtis (John Cusack) tiene un fin de semana con sus hijos (Liam James y Morgan Lily) y los lleva al parque Yellowstone –el centro de mayor actividad geotérmica de los Estados Unidos, gracias— donde encuentra a un excéntrico locutor de radio/profeta del desastre (Woody Harrelson), que tiene como que mucha información sobre lo que va a pasar. Pero como trata de llevar una buena relación con su ex esposa (Amanda Peet) y quiere que su hijo lo admire tanto como al nuevo novio de ella (Tom McCarthy), pues decide quedarse por un rato más. Con la base gubernamental fuertemente custodiada instalada en las cercanías sin importancia.
Durante una hora, seguimos la vida de estos personajes, mientras la tensión por la apocalipsis que se avecina va en aumento. Como es lo que todos estamos esperando, la película se vuelve un poco aburrida antes de este punto. Ningún personaje es desarrollado completamente, y hay algunos francamente inútiles, sólo ahí para demostrar el lado humano del desastre. Está la hija del Presidente (Thandie Newton), el padre de Adrian (Blu Mankuma) y su compañero músico (George Segal), y un obrero chino (Chin Han), su hermano el monje budista (Osric Chau) y sus abuelos (Chang Tseng y Lisa Lu). Y luego están algunos que pareciera que están ahí sólo para demostrar que el dinero no te puede salvar la vida al final (“Y todo tu dinero/no te comprará otro minuto”, cantaba Kansas en “Dust In The Wind”). Y a todos se les dan algunas de las más cursi y rebuscadas líneas de diálogo que se puedan imaginar (“Somos todos hijos de la tierra. No los puedes dejar atrás”).
Pero cuando empiezan a venir los desastres naturales… WOW.
No me cabe ninguna duda que esta tiene que ser la película con más efectos especiales por minuto de la historia. No siempre son convincentes pero es porque son demasiado espectaculares. ¿Tsunamis cubriendo el monte Everest? ¿La madre de todos los volcanes explotando en Yellowstone? ¿Los Ángeles cayéndose a pedazos? ¿La Basílica de San Pedro resquebrajándose y atropellando a todos los congregados en la Plaza? NO JODA. Esas escenas me tenían literalmente al filo del asiento, en especial una de un avión que despega mientras el piso se viene abajo. Sencillamente brutal.
Lo que diferencia a Emmerich (quien además escribió el guión con Harald Kloser) de Michael Bay es que trata de recordar la verdadera humanidad que ocurre en medio de todas las explosiones y desastres. Lo malo es que a veces en vez de lograr una sincera reacción, uno se siente medio manipulado, como si ver al mundo literalmente irse a pique no fuera suficiente. Eso quizá se habría logrado con personajes más trabajados, pero el elenco no tuvo suficiente con qué trabajar. De todos, me parece que el más convincente fue Platt, quien hace un muy buen trabajo como el ultraderechista que quiere que se salven los ricos y bien conectados. De hecho,al comentar sobre él, Ebert nota que Emmerich siempre nombra a sus villanos con cierta picardía: el alcalde en Godzilla se llamaba Ebert (algo que el crítico tomó fascinado); el vicepresidente en El Día Después de Mañana tiene un sospechoso parecido con Dick Cheney; así que, cuando oyen Anheuser, ¿en quién o qué piensan? (Una ayudadita.)
En fin, uno no se monta en una montaña rusa para ver el escenario, sino para sufrir grandes emociones con su sube y baja. A pesar de sus fallas, gracias a 2012, puedo perdonar a Emmerich por traer al mundo 10.000 AC. Sin embargo, aún no ha vuelto a capturar la magia que fue Día de la Independencia, que no sólo tenía increíbles efectos sino suficiente desarrollo de personajes para que todos pudiéramos identificarnos con alguien. Pero 2012 promete destruir al mundo y Dios que lo logra. Disfruten.