La Casa de las Conejitas: o sea, es, sabes, una nota

sábado, octubre 18, 2008 |

Yo la llamaría la Legalmente Rubia de 2008. Como Reese Witherspoon ahora está haciendo cosas serias, como ganarse un Oscar y tal, pues Hollywood tuvo que conseguirse otra que lograra hacer de la catira pendejita pero dulce que apelara a una nueva audiencia. Menos mal que Anna Faris decidió dejar atrás todas aquellas Películas de Miedo. Lástima que pareciera ser lo único que puede hacer.

El mundo del cine últimamente pareciera dividir sus comedias en dos partes: las que alborotan las hormonas juveniles que habitan aún en los adultos que Judd Apatow y su gente peude hacer con los ojos cerrados, o las (al menos últimamente) absurdamente predecibles comedias románticas de las que Patrick Dempsey pareciera buscar para ser llamado el nuevo Hugh Grant. La Casa de las Conejitas (The House Bunny) parece estar en medio de las dos, lo que ya de por sí la hace bienvenida en mi mundo. Añade mujeres muchas veces mostrando ombligos y nalgas, y bueno, hay algo para todo el mundo.

Faris hace de Shelley, una conejita Playboy que ha cometido el supremo pecado —ha cumplido 27 años. “Eso es como 59 en años de conejita”, le dicen. Y ahora ha sido sacada de la mansión. Y está viviendo en su caro, viniendo de un mundo superficial vacío y, según la llaman muchas veces, “insulso”. De modo que por azares del destino, cae en una casa de fraternidad de una universidad. Aunque no lo crean, el cambio como que no es tan grande. Pero bueno…

Da la casualidad que la casa a donde llega son de las llamadas perdedoras de la universidad, las chicas que nadie quiere porque son demasiado inteligentes (Emma Stone, mejorando mucho desde su aventura en Supercool), demasiado intensas (Kat Dennings), demasiado marimachas (Dana Goodman, quien tiene una escena en particular demasiado divertida como para contárselas), demasiado tímidas (Kiely Williams) o demasiado embarazadas (Katharine McPhee, quien busca reconquistar corazones luego de su aventura en American Idol el año pasado). En un artilugio de guión que yo no veía desde La Venganza de los Nerds, Shelley queda como su madre de casa —lo que nosotros llamaríamos “chaperona”— y les enseña a ser, o sea sabes, populares y tal, para que tengan gente que las quiera y quiera unirse a la fraternidad sabes, y bueno o sea así bien nota para que no pierdan la casa y tal. Porque las bichas de una fraternidad rival quieren tumbarles la casa para tener más espacio, y eso está fu. Qué nice, ¿sabes?

En efecto, esta podría llamarse Legalmente Venganza de los Nerds Rubios si no fuera por Anna Faris, quien gracias a su cara de catira perdida más perfecta que yo haya visto jamás. Reese pude ser todo dulce y tal, pero esos ojos pueden ser engañosamente inteligentes. Faris no, pues logra la mirada demasiado perdida para ser fingida. Casi esperas escuchar las maracas cuando camina, mientras su cerebro rebota contra las paredes de su cráneo. Pero su aire de dulzura también ayuda; más que despertarme morbo, aún con sus diminutos shortcitos y su corto y escotado top, era más el deseo de presentársela a mi mamá que pensar “Ok, estoy hablando con una conejita Playboy”. Supongo que por eso no fue difícil ponerle al hijo de Tom Hanks, Colin Hanks, como el chico no-superficial que la encuentra atractiva más allá de la apariencia.

La película está llena de cuanto cliché hayan visto en una comedia clase B que no tenga escenas de sexo, pero los maneja con un buen tacto, cuidado y hasta simpatía. Y es algo de esperar del director Fred Wolf, durante mucho tiempo escritor principal en el programa Saturday Night Live y con anteriores "joyas" como Las Aventuras de Joe Dirt, Without a Paddle y Black Sheep. Pero a diferencia de las anteriores, Wolf parece haber entendido que las historias de salvar a los desadaptados no necesitan ser de adultos para tener éxito. Tampoco lastima mostrar varias muejres con ropa corta y a Hugh Hefner deprimido y comiendo helado.

La actuación de Faris es oro puro, con una combinación perfecta de humor físico y sutil, ligado con momentos auténticamente tiernos. Al final, hasta un esperado mensaje deja, algo sobre no dejarse llevar por superficialidades y eso, pero uno simplemente quiere saber si perderán la casa o no. Y supongo que eso es señal de una película bien llevada, sensatamente escrita y que sólo va por las risas fáciles (referencias a pupú, mujeres besándose) en ocasiones para recordarles que esto no es Shakespeare. Es una película sobre una conejita Playboy perdida. No esperen a Christopher Nola que aparezca y quiera dirigir una secuela, si la hubiere (que no creo). Es la ideal para un sábado en la tarde.

Mientras tanto, en Internet...

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