La Princesa y el Sapo: Un nuevo clásico, con todo y sus fallas

sábado, diciembre 12, 2009 |

princess-and-the-frog-poster Hasta que llegó Planeta del Tesoro, Disney era el absoluto rey del largometraje animado, sin nadie que se le pudiera siquiera acercar. Pero en ese aciago año de 2002, la versión de La Isla del Tesoro, que costó unos 140 millones de dólares, sólo hizo unos 53 millones en taquilla. Si incluyen además el tsunami que significó Toy Story en 1995, su secuela en 1999 y la aparición de DreamWorks Animated, Disney empezó a ser visto como una reliquia. Con Vacas Vaqueras en 2004, otro fracaso en taquilla, el venerable estudio abandonó la animación tradicional y se concentró en distribuir los productos Pixar y de vez en cuando presentar el suyo propio (Chicken Little, Family Robinson). En 2006, siguiendo consejos de expertos dentro y fuera de la empresa, Disney empezó a desarrollar sudecente retorno a la animación 2D. El resultado finalmente se estrenó este año, con la versión del cuento de hadas El Príncipe y el Sapo.

Habiendo crecido con varias de estas películas, y habiendo visto el resurgir de Disney con La Bella y la Bestia, La Sirenita, El Rey León y Aladino, era importante para mí que este nuevo intento de Disney rindiera fruto. Mientras que ver perfecciones como Ratatouille o Wall-E llevan la animación a nuevos niveles, hay algo en esencia encantador de la animación tradicional. Es como comparar libros con e-books: sabes que uno prevalecerá, pero siempre habrá nostálgicos que se inclinen por la “low-tech”.

Para serles sincero, La Princesa y el Sapo cumplió mis expectativas. Pero también me di cuenta que hay ciertas cosas que es mejor dejarlas en el pasado por alguna razón.

Esta versión del cuento de E. D. Baker transcurre en la Nueva Orleans de los años 30 y 40, donde una mesonera llamada Tiana (con la voz en inglés de Anika Noni Rose, de Dreamgirls) sueña, con la venia de su madre (Oprah Winfrey) con cumplir el sueño de su padre (Terrence Howard) de abrir su propio restaurant. En la fiesta de su amiga Charlotte (Jennifer Cody), padre del rey del Carnaval (John Goodman), Tiana recibe la noticia de que, si no puede mejorar una oferta que le hicieron por el restaurant, lo perderá. Desesperada, pide un deseo a la estrella del atardecer. Y se le aparece… una rana. Que de paso, le pide que la bese.

Este batracio es el príncipe Naveen (Bruno Campos, de la serie Jesse), del país mediterráneo de Maldonia, quien llegó a Nueva Orleans con su sirvfiente Lawrence (Peter Bartlett) para casarse con una millonaria, pues sus padres lo han cortado de su fortuna. Al llegar se dejó seducir por el doctor Facilier (Keith David), un hechicero vudú que pretende conquistar la ciudad, y lo convirtió en rana. Así que le pide a Tiana que lo bese para volver a ser humano. Peeero… como ella no es princesa… pues es ella la que se transforma en rana también. En medio de la confusión, logran escapar al pantano (los famosos bayou de Louisiana), donde conocen a Louis el caimán (Michael-Leon Woolery), quien sueña con tocar en su propia banda de jazz, y Ray (Jim Cummings) una luciérnaga desdentada cajún con un corazón de oro. Juntos deben tratar de revertir el hechizo de Facilier con Mamá Odie (Jenifer Lewis), antes de que se haga permanente.

El hecho que sea la primera vez que Disney use una protagonista afroamericana nunca es considerado en ningún momento; simplemente da la casualidad que esta parte de Nueva Orleans es predominantemente habitada por negros. Pero sí hay un aire distinto para la película, sobre todo porque la música es mucho jazz, un poquito de blues y algo de gospel a lo largo de la cinta. Y eso fue lo que me molestó un poquito: ya me he desacostumbrado a los grandiosos números de baile que tan bien salieron en Aladino, Robin Hood o La Bella y la Bestia. No es que le falte calidad a la música: está compuesta por Randy Newman, quien hizo varias de Pixar. Pero al tener tantos tan juntos, empieza a parecer tedioso, en especial cuando algunas letras, al ser traducidas, parecen como forzadas. Ellas lograron que aunque fuera una película de sólo 90 minutos, pareciera un poco más larga.

Eso aparte, la película es encantadora. Es increíble que hayan realmente aplicado animación tradicional casi en un 100% de las escenas, o al menos la asistencia computarizada sólo es notable en muy pocas. Hay las muecas de antaño, la grandiosidad de los colores, y en esencia, la trama es ciertamente absorbente. Hasta el momento en que aparece Facilier, cada personaje es absolutamente creíble y orgánico, con un arco de personaje consistente y hasta lógico, si ignoras el hecho que la mayoría son animales parlanchines. Y cuando aparecen ellos, son divertidos en un sentido que hay que agradecer a los directores y escritores John Musker y Ron Clements, quien ya nos habían graciado con El Ratón Detective, La Sirenita, Aladino, Hércules y El Planeta del Tesoro (les perdonamos esa). En especial, Ray la luciérnaga arrancará más de una risa sin intentarlo mucho, al igual que Louis, aunque muchas cosas de éste me dejaron como queriendo más, pues esperaba más acción de su parte.

En cuanto a los humanos, Tiana recuerda mucho a cualquier otra muchacha trabajadora que descuida su vida personal por un sueño, de modo que uno podía relacionarse. Naveen exageraba un poco la mezcla de “encantador” y “chocante”, y Facilier no le llega a los grandes villanos de Disney (aunque estoy seguro que si escuchara la increíble voz de Keith David otro gallo cantaría). La más memorable fue sin duda Charlotte, que aunque sea la propia niña consentida, no es lo suficientemente atorrante como para no resultar encantadora, amén de increíblemente cómica.

Para los niños, es una muy buena alternativa, aunque sin decir ningún spoiler, puede que estén llegando como que muy cerca de un nuevo trauma tipo Bambi. También es excelente para los adultos como yo que crecimos viendo estas maravillas animadas. Me alegra que hayan decidido volver a la animación tradicional, pero creo que ya todos pasamos el encanto de los números musicales hace un tiempo. Eso, o hay que hacerlos distintos. Pero bien por ellos.

Mientras tanto, en Internet...

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