¿Qué tal si me DEJAN VER LA PELÍCULA?
sábado, marzo 07, 2009 | Etiquetas: cine, crítica, decisión, ir al cine, opinión, personalidad |
Siempre le he dicho no a la piratería, desde que empecé este blog. Y lo sigo diciendo y seguiré, honestamente. Es más fácil esperar que Diosdado hable mal de Hugo en público a ver que yo le compre una película a un buhonero. La piratería le hace daño al negocio del cine, punto final. Es la razón por la que celuloide.net cerró, es la razón por la que muchos se quedaron sin empleo cuando Video Color Yamín cerró operaciones. Pero sólo es una pequeña razón por la que la gente va menos al cine.
No, señores, la razón por la que la gente va menos al cine es… la gente.
Es una opinión muy particular, pero en muchos aspectos considero que como nación, aún somos un grupo de adolescentes que cree que las reglas de la sociedad se aplican a los demás, no a nosotros. ¿Por qué hemos de cambiar nuestra actitud en un determinado sitio? Así soy yo, no tengo por qué cambiar por los demás. ¿No les gusta? Cálensela.
Esto puede apreciarse bastante bien en el cine, lamentablemente. Y yo como que he tenido mucha suerte, porque cuando yo voy mi audiencia es generalmente bastante educada. Pero como determiné en los comentarios de una entrada anterior, mis amigos menos pacientes sufren de la presencia de los tarados de la sociedad que se olvidan de dejar su verdadera personalidad afuera cuando se apagan las luces. Lo que no quiere decir que no me haya calado a estos seres yo mismo de vez en cuando.
Cuando fui a ver Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian, un par de preadolescentes de alrededor de 12 años tomó asiento detrás de mí. Como a la hora y tanto que empezó la película, este par decidió empezar a hablar. Media hora después, seguían hablando, con el añadido que habían empezado a discutir fuertemente entre sus risas. Me volteé y por las buenas les dije, “Disculpen, pero, ¿podrían bajar la voz por favor?” Y se callaron. Por exactamente diez minutos, donde retomaron el asunto con la misma fuerza. Me volteo y sin ninguna amabilidad les digo: “¿Qué tal si se callan?” Y uno de los mocosos tiene el tupé de decirme: “¡Él empezó!” “No me interesa, quiero que me dejen ver la película Y YA”. Al menos logré terminar de ver la película (que no fue gran cosota, pero saben…)
Quizá es por eso que yo tomo muy en cuenta el tipo de película, la hora a la que voy, o el sitio que escojo para sentarme, incluso el cine al que voy, pues sé la clase de fauna que abunda. Pero a veces, simplemente no puedes evitarlos; son como hienas que huelen la incomodidad. Esto es lo que te puedes encontrar.
- El papá o abuelo que acordó llevar a los chamos a una película animada, y se durmió en el proceso. Afortunadamente, son cada vez más escasos, por aquello que las películas animadas son cada vez más familiares, como para que todo el mundo lo pueda disfrutar, pero de vez en cuando uno escucha un ronquido sonoro de alguien que olvidó tomar las pastillas.
- Los padres que decidieron que, si no pudieron encontrar con quién dejar la niña o niño, pues se lo llevan con ellos. Qué importa si es censura “B”, ahí negocian. La última vez que vi este ser fue cuando fui a ver Burn After Reading, que una madre abnegada llevó a sus hijas de seis años en promedio a ver el buen uso que George Clooney le dio a una máquina de ejercicios y un consolador. O muertes violentas. Brillante, mujer. La próxima llévalas a ver Viernes 13, procura.
- Directamente relacionados con estos son los padres “abnegados” que deciden que es mas importante la película que atender a sus hijos. Una vez escuché a un niño llorar durante 15 minutos antes que el papá, pitado, decidiera sacarlo. Pero hay peores: una vez escuché (por la gente de Slashfilm) de un tipo que tenía a su hijo de nueve años en una presentación de The Dark Knight. De repente empieza a oirse: “Papi, quiero ir al baño”. Nada. “Papi, tengo que hacer pipí”. Aún nada. “¡Papi, me estoy haciendo pipí!” Y nada de nada. Cuando el pobre carajito dice su necesidad en una voz más fuerte, alguien finalmente le dice al padre “¡Por Dios, lleva al niño al baño!” ¿La respuesta? “¿Por qué no lo llevas tú, pues?” Y esto fue un gringo. La mala educación es universal, sin duda.
- Pepito Preguntón. Diametralmente opuesto al anterior, el padre de este niño no deja de ser tan ladilla como su vástago. Este es el niñ@ (o no tan niñ@) que decide preguntar cada minucia al papá (o, juro por Dios que he visto esto pasar, novio) cada detalle que ha pasado en la película. “¿Papi, por qué ella llora?” “Porque está triste, amor”. “¿Por qué está triste?” “Porque no encuentra a sus hijos”. “¿Porque ellos están chiquitos?” “Sí, amor, pero ella no los ve”. (Sí, esto fue durante Querida, Encogí a los Niños.) “¿Por qué se volvieron chicos, papi?” Y así. Esto se largó durante media hora, y ni una vez el papá se le ocurrió decirle a la nena de cinco años “Mi amor, ve la película”. Estoy seguro que no hubiera servido de nada, pero cooooñññooooo…
- Los payasos de la clase. Yo creo que esta es una de las principales razones por las que no voy a películas de terror, aunque se pueden dar en cualquier momento. Es el idiota que, o bien ya vio la película y se dedica a pegar gritos en los peores momentos, el que se dedica a contar los momentos más delicados (sí, el tipo “Ya vas a ver lo que pasa ahora”), o el que quiere echar un chiste de cada momento tenso. Yo admito, hasta yo he hecho esto, pero lo hago UNA vez por película. El que quiera mostrar su ingenio que escriba un guión o se vaya a los Martes de Stand-Up en el Moulin Rouge. ¡No me vengas a cagar mi película!
- Y por último, la peor raza de la actualidad, los adictos a la comunicación. Estos son los animales que son incapaces de apagar el celular en misa. Ustedes los conocen muy bien: son esos que dejan que no ponen el celular en silencio, que aún si lo ponen en silencio no bajan la voz, y si uno les pide que bajen la voz se molestan. O si no, son los idiotas que deciden mandar un mensaje arruinándole la película a los que no la han visto, o sencillamente deciden enviar un mensaje laaargo y detallado a alguien. Qué importa que la luz moleste a todos los que están alrededor, carajo, ¡este mensaje tiene que ser enviado! Claro, hay peores: un crítico en Boston una vez abrió la laptop durante una presentación especial. Pana, ¡¿qué les pasa?!
Para cerrar, como cuando leemos de estas miserables injusticias es siempre sabroso escuchar la venganza, les comparto otro cuento que escuché de la gente de Slashfilm. En cierta ocasión, llegó una partida de mocosas de bachillerato, y si tuvieron que sentar en lados opuestos del cine. Pues decidieron ponerse a hablar por mensajito de un lado a otro, riéndose de voz en cuello. Hasta que alguien se molestó con la reina del grupo, y se vio un celular salir volando en la oscuridad y caer hecho pedazos. Aplausos en general, y la mocosita sale a acusarlos a todos con el vigilante. Paran la cinta, todo el mundo se queja, y la niña vuelve a entrar con un vigilante. Nadie fue, nadie supo. Mocosita tiene que sentarse callada la jeta, y todos vuelven a ver la película.
Ahora, yo no condono la violencia en ninguna forma, así que no digan por ahí que yo les di la idea.
Pero se siente un fresquito… ¿no?