Source Code: Si al principio te mueres, dale, dale otra vez

martes, noviembre 22, 2011 |

source_code_xlgSiempre es aplaudible cuando un director novato recibe una oportunidad de continuar con su visión. Lo malo es que, al darle más dinero, eventualmente se va a notar la intervención del estudio.

Eso es lo que le pasó a Duncan Jones, hijo de un tal David Bowie, que hace dos años hizo un genial impacto en el circuito de festivales y entre la crítica con su excelente película de ciencia ficción de bajo presupuesto llamada Moon, un inteligente estudio de lo que es ser humano que mereció un público mucho más grande que el que recibió. Dos años después, tiene más dinero y un gran estudio respaldándolo y nos trae Source Code (aquí terriblemente titulada Ocho Minutos Antes de Morir), creando cierta expectativa tanto entre el público que no lo conoce y se pregunta si será algo original y bueno y entre la crítica que quiere ver si Jones va a dejar que un presupuesto se meta con su visión.

¿La verdad? Sí y no.

decenteSource Code arranca con un hombre (Jake Gyllenhaal) que se despierta en un tren con dirección a Chicago. La muchacha que está enfrente (Michelle Monaghan) evidentemente lo conoce, quizá hasta lo quiere. La cosa es que él no la conoce, ni la ha visto nunca. Confundido, se tambalea hacia el baño –y el reflejo en el espejo no es el de su cara. Sale aterrado del baño, ella le dice que todo estará bien… y una explosión destroza el tren y los mata a todos.

Pero el hombre, que ahora sabemos es el capitán Colter Stevens, despierta en lo que parece ser una cápsula, con una pantalla delante y una mujer (Vera Farmiga) hablándole. Cada cierto tiempo, aparece un hombre mayor (Jeffrey Wright) como dándole órdenes. Poco a poco, Stevens se entera que está en el programa Código Fuente (¿ven que no es tan difícil de titular?), en el que su conciencia entra en el cuerpo de otro hombre durante ocho minutos, y ese es el tiempo que tiene para encontrar quién puso esa bomba en el tren antes que cometa otro acto terrorista.

Jones demostró que tiene lo que se necesita para mostrar la desesperación humana al mostrar a un Sam Rockwell absolutamente aislado y solo en la Luna en su anterior película; aquí demuestra que también puede manejar suspenso adecuadamente. La película parece estar en tiempo real, y sabes que cada vez que esos ocho minutos se acaban, si Stevens no ha encontrado al asesino, va a morir y tiene que empezar desde cero. La explicación de cómo es esto posible es dada, sí, pero tampoco es que sea demasiado necesaria. Lo que quizá sirva de prueba para decir que el guión, por Ben Riley (cuyos créditos anteriores no es que sean gran cosa, como son Especies III y IV), está inteligentemente construido y, en su extraño mundo, no carece de lógica. El problema es que la mano del estudio está evidente al final, cuando el que habría sido un excelente final tiene una extensión de cinco minutos que es al estilo de “ay que lindo”, que hay que amarrarlo todo con un lacito. No digo que no funcione, pero el otro habría resultado más.

Mientras tanto, la química entre Gyllenhaal y Monaghan sale de la pantalla como burbujas. Ambos siempre me han parecido actores sumamente naturales, con un encanto particular que los hace fáciles de querer. Gyllenhaal, además, tiene esos enormes ojos de conejo que pone su confusión y sufrimiento tan evidentes, pero tiene la actitud de un tipo que está en control. Farmiga, quien tan bien representara a la mujer trabajadora y desprendida en Up In The Air, aquí es una soldado que está desesperadamente tratando de no mostrar corazón. El único que me pareció caricaturezco es Wright, normalmente tan buen actor, que aquí parece una mezcla de Jack Palance y el Arquitecto de The Matrix. ¿De verdad hacía falta parecer tan villano?

Pongo a Source Code junto con Inception en las películas de verano para pensadores, pues hay que prestar atención para seguir la trama, porque si no te duermes. Con tanta basura cotufera que pueden encontrar, eso es un club bastante reducido.

Mientras tanto, en Internet...

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