Camino al Oscar: Whiplash

jueves, febrero 19, 2015 |

El novelista Albert Camus es famoso por haberle escrito una carta a su profesor de primaria cuando ganó el Nobel de Literatura en 1957, agradeciéndole su inspiración y su apoyo cuando empezaba en el mundo de la escritura. Ejemplos como este abundan en el mundo, de alumnos agradecidos con sus mentores de haberlos puesto en el camino correcto hacia la grandeza, siguiendo sus pasiones.

Creo que es sano asumir que Irwin Fletcher no recibirá ni una tarjeta de Navidad.

Fletcher, interpretado con aterradora genialidad por el favorito de este blog, J.K. Simmons, está al centro de Whiplash, el segundo largometraje del joven cineasta Damien Chazelle que arrasó el año pasado en Sundance y es la película más pequeña en recibir una nominación a Mejor Película en los Oscars de este año. Y en un mundo perfecto, tendría muchísima más oportunidad, pues es absolutamente electrizante y hecha con la precisión de… bueno, de una orquesta de jazz.

Andrew Neimann (Miles Teller) sólo tiene la grandeza en su mira. Quiere estar al nivel de los grandes bateristas de jazz del mundo, y nada menos que eso. Así que se inscribe en la academia de música más prestigiosa de Nueva York, donde choca de frente con Fletcher (Simmons), un instructor de jazz con complejo de sargento de entrenamiento salido de la más pura imaginación de George R.R. Martin.

Pero debajo de ese comportamiento obsesivo, hay un mensaje de inconformismo que hace de Whiplash mucho más que una mezcla de Bird con Full Metal Jacket. Andrew se dedica a perseguir sus sueños sin importar las consecuencias, sin mirar atrás, sin importar a quién lastimes, sin siquiera reconocer el efecto que pueda tener sobre su padre (Paul Reiser), ni siquiera sobre sí mismo. No estoy seguro si este es un estudio sobre la obsesión o cómo perseguir tus sueños, pero luego empiezo a pensar que puede que las dos no sean mutuamente excluyentes.

Ya hablaremos de Simmons en un momento, pero Teller no debe ser ignorado, pues esta es la película que lo hará una estrella, olvídense de Divergente (aunque su trabajo en Rabbit Hole no debería ser ignorado; y bueno, será el nuevo Señor Fantástico); nada mal para una experiencia casi exclusivamente llena de comedias juveniles. Un baterista desde los 15, Teller se va de tú a tú con Simmons a cada paso del camino, en un paralelo entre sus dos personajes: uno siente cada humillación, cada determinación, cada ampolla sangrante. Y cuando siente que se le quiere joder, uno sabe que no se va a dejar.

Excepto que Simmons se traga la película completa y la vuelve a escupir. En Oz demostró lo aterrador que puede ser; en Juno lo adorable que puede ser; en El Hombre Araña lo divertido. Fletcher es la unión de todos esos personajes, y muchas veces en el curso de una misma escena. Su cara de exasperación o falsa dulzura se transforma rápidamente en una pétrea faz de terror cuando te atreves a CAMBIAR EL TEMPO. No hay temor de confrontar al ofensor a gritos, sillas lanzadas o cachetadas. Y es que su filosofía es clara: “No hay dos palabras más dañinas en el idioma español que ‘buen trabajo’”.

Todo esto encerrado en un guión y una dirección de un chamo de 27 años (ahora tiene 30) que muestra mayor seguridad ante la cámara que algunos directores han mostrado en años. Sientes cada ampolla e Andrew, y cuando Fletcher se mete en tu cara, pues ahí está la cámara de Chazelle. La fotografía de Sharon Meir hace de una película hermosa en su simpleza, pero esa edición es un paralelo con el jazz (excelente banda sonora, por cierto) en sus rápidos altos y bajos.

Quizá lo que más asusta de Whiplash es que, luego de la última escena, uno piensa: ¿será que Fletcher tiene razón? ¿Será que necesitamos a alguien que nos puje hasta el final, si reconoce nuestro talento? ¿Dónde estaríamos si nos hubiéramos esforzado más?

Luego reaccionamos y decimos, “no, ni de vaina”.

Whiplash estrena en Venezuela el 13 de febrero en las salas del Circuito Gran Cine. Con Miles Teller, J. K. Simmons, Paul Reiser y Melissa Benoist. Dirigida por Damian Chazelle.


Mientras tanto, en Internet...

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