Johnny, un amigo y antiguo compañero de trabajo, recientemente me envió un artículo titulado La historia en imágenes/la historia en palabras, del historiador Robert Rosenstone, sobre la posibilidad de traducir con precisión los eventos históricos al lenguaje cinematográfico, bien sea ficción o documental. Rosenstone debería saberlo bien, pues dos de sus libros fueron la base para películas: una fue Reds (1981), producida, dirigida y protagonizada por Warren Beatty, que narra la historia de John Reed, un periodista norteamericano que se unió a la Revolución Rusa; y la otra fue un documental llamado The Good Fight (1984), sobre la Brigada Abraham Lincoln, el grupo de voluntarios norteamericanos que pelearon en la Guerra Civil de España.
Reds, como muchos cinéfilos saben, es una pieza de la historia cinematográfica en sí, recibiendo 12 nominaciones al Oscar, además de ser hasta ahora la última película que ha recibido nominaciones para los cuatro actores principales y secundarios (Warren Beatty y Diane Keaton como principales, Jack Nicholson y Maureen Stapleton --la única que ganó-- como secundarios). Como narrador de la historia, sin embargo, tiene varios errores fácticos, desde el hecho de que hay un Golden Retriever de mascota en Nueva York, quince años antes de que la raza fuera importada de Estados Unidos, hasta el hecho de que Reed hace un viaje de París a Petrogrado en 1917 cuando eso era imposible.
Esto es una de tantas cosas que le preocupan tanto a Rosenstone como a Johnny (estudiante de Historia de la UCV). Estamos en una época de imágenes en movimiento, donde el cine y la televisión (e Internet) se han convertido en los principales medios para transmitir el conocimiento, a diferencia de hace varios años en que la palabra escrita era la dominante. Y claro, los libros no guardan el mismo atractivo para un público masivo, pues obligan a pensar, imaginarse, y dedicar mucho más que las dos o tres horas que puede durar una película. El problema, o uno de ellos, según Rosenstone, es que una película, por más que respete el material original, es un reflejo de la interpretación tanto del autor como del cineasta en sí, lo que limita el debate que es tan importante para el avance de la comprensión del hecho, además de enfocarse en una figura en particular y de narrarlo todo linealmente, de principio a fin, sin considerar todas las sub-historias que puedan yacer debajo. En otros casos, se toman libertades descaradas, ignorando un hecho vital para presentar la historia de una forma más atractiva.
La película que hizo que mi amigo me enviara el artículo fue la reciente 300, sobre la Batalla de las Termópilas de espartanos contra persas. Como ya conté anteriormente, como película de acción es absolutamente brillante, pero presenta a los guerreros espartanos de una forma un poco menos que precisa. ¿Luchando por la libertad y la esclavitud? Será la suya, argumentaba Johnny. Cierto, hasta un punto. Los espartanos tenían la costumbre de siempre llevar consigo a un esclavo llamado ilota, que fungía como escudero en el campo de batalla, o se dedicaba a las labores domésticas, para que su amo se pudiera dedicar más al arte de la guerra. ¿Y Jerjes, representado por un gigante aficionado al body-piercing? Tenía una larga barba y era de tamaño normal. Imprecisiones como estas abundan en el mundo del cine (al final les voy a mencionar otras), pero también el otro lado es malo. Precisamente en mi crítica a 300 hago mención de la película Luther (2005) sobre la vida del fundador del protestantismo, Martín Lutero, que recién ahora llega a cartelera venezolana a pesar de que tiene al menos un año en Blockbuster e incluso hace dos semanas vi parte de ella en televisión por The Film Zone. Esta es una historia muy precisa sobre la vida del religioso y de la época –tanto que muchos críticos la llamaron aburrida y pretenciosa (a mí lo poco que vi me gustó, así que yo le daría una oportunidad), y fue un fracaso en taquilla.
Yo puedo entender los dos puntos de vista. En un mundo que se está volviendo cada vez más superficial en conocimientos, donde cada vez más los chamos creen que pueden evitar leer un libro, no es buena idea tomarse demasiadas licencias creativas con un hecho histórico, pues reflejar demasiado la visión propia de un autor puede dar como resultado una visión muy sesgada de los hechos. (Supongo que es por eso que quizá sean mis nietos los que podrán ver una película precisa sobre los hechos del 11 de abril de 2002, si acaso no mis bisnietos.)
Pero uno va al cine a ser entretenido, no tanto a ser educado. Si las dos cosas ocurren juntas, bienvenido sea. ¿Para qué arriesgarme a ver una parte de la historia que a lo mejor no la captura por completo, si tengo toda una biblioteca —real y virtual— a mi disposición?
Yo veo toda esta eterna polémica como una inspiración para que los padres y maestros animen a sus hijos y alumnos a investigar más sobre los hechos que ven en el cine. Que les alimenten su curiosidad. ¿De verdad 300 espartanos pudieron detener a casi un millón? Vamos a averiguarlo juntos, hijo. ¿Cómo un estadounidense se dejó seducir por una revolución comunista? No sé, habrá que leerlo. ¿Miranda de verdad fue así de mujeriego, profesor? Si hemos de creer en su bibliografía, absolutamente.
Rosenstone muy correctamente dice que los problemas que puedan encontrarse en las películas están atados a las características del lenguaje en sí, la imposibilidad de llevar ciertos conceptos a un elemento visual. Y además, hay que recordar que el séptimo arte es, también, un negocio. Se puede exigir que haya respeto por la historia, y de hecho hay muchos que lo hacen, pero no siempre es posible. La verdadera solución, en la opinión de un solo bloguero, es educar más a las masas, y hacerlo desde temprano. Que se vaya al cine para tener una idea, y que después agarremos los libros para confirmarlo.
Pero como ya dije antes, eso no impide que en el cine sigan cometiéndose enormes gaffes por tomarse las benditas “libertades artísticas”. Algunas notables:
- Braveheart (1995) es una mis películas favoritas, y fue tanto un enorme éxito de taquilla como un elogio para la crítica, tanto que ganó el Oscar a la Mejor Película y al Mejor Director para Mel Gibson en 1996. Pero para los historiadores, especialmente para los orgullosos historiadores escoceses, además de tener varias pequeñas imprecisiones (la pintura azul de los guerreros ya estaba obsoleta; la Reina de Inglaterra estaba en su adolescencia para la época de Wallace; el rey Eduardo III muere tres años después de Wallace), comete un sacrilegio imperdonable: la Batalla de Stirling, donde William Wallace le da al ejército inglés su primera derrota, es en la realidad la Batalla del Puente de Stirling. El ejército escocés usó el puente de Stirling para dividir y acorralar a los ingleses y masacrarlos ahí. Durante el rodaje, uno de los locales le preguntó a Gibson que por qué le eliminó el puente, que era la clave para la victoria de los escoceses, de la batalla de Stirling. Gibson respondió, un poco apenado: “Porque el puente estaba en el camino.” El hombre se rió y dijo: “Ajá. Eso es lo que los ingleses pensaron.”
- Pocahontas (1995) fue una de las últimas películas animadas tradicionalmente de Disney, y narra el primer encuentro entre los ingleses y los nativos americanos, además de narrar la historia de amor entre la princesa pawnee Pocahontas y el capitán inglés John Smith. (Esta historia también es recreada en A Brave New World, con Colin Farrell.) Pero la verdad es que, mientras que en la película John y Pocahontas aparecen como jóvenes de veintitantos, la india tendría unos 14 años cuando conoció a Smith, de 43.
- Gladiador (2000) está tan llena de errores históricos que es una suerte que haya mucha gente que no le para a eso. Por ejemplo, Cómodo, el personaje de Joaquin Phoenix, no mató a su padre Marco Aurelio. Peor aún, era muy querido en el Senado romano y fue emperador por 13 años en vez de ser el sádico niño-hombre con labio leporino que rigió los cortos meses antes que Russel Crowe lo encontrara. (OJO: Puedo arruinar un final si no han visto la película.) Y sí, era aficionado a pelear como un gladiador, pero no murió en la arena, sino estrangulado en el baño por otro luchador.
- En Apocalypto (2006), los mayas son visto como salvajes primitivos que le ofrecían sacrificios al dios Kukulcán, cuando jamás la Serpiente Emplumada pedía sacrificios. De hecho, los asesinatos rituales de seres humanos eran más raros de lo que se piensa en la cultura maya, que de hecho es mucho más civilizada de lo que se retrata en la película.
- Las historias de dinosaurios junto con seres humanos es eterna, a pesar de que ningún hombre que no fuera Dios habría podido ver científicamente a un dinosaurio, pues éstos se extinguieron más de 65 millones de años antes que los primeros homínidos. Y sin embargo, eso no impidió varias películas con cavernícolas peleando con tiranosaurios, como One Million Years B.C. (1966), con Rachel Welch y su famoso bikini de pieles
- Hablando de dinosaurios, Steven Spielberg se tomó una licencia artística con Jurassic Park (1993) que luego fue oportunamente salvada: los famosos Velociraptor son muchos más grandes que el animal verdadero (en la película son del tamaño de un hombre o mayores, mientras que el verdadero era del tamaño de un pavo) para hacerlos aún más temibles. Pero casualmente mientras la película se filmaba, un grupo de paleontólogos encontró en Utah, Estados Unidos, un dinosaurio parecido a un Velociraptor pero del tamaño de los de la película, por lo que lo bautizaron Utahraptor spielbergi, o “cazador de Utah de Spielberg”. No discutan con Dios, hijos.